Hay profesiones con tanta trayectoria que han protocolarizado hasta el más mínimo detalle. No es precisamente el caso de algunos de los empleos clave del siglo XXI, los programadores, desarrolladores y testers, que empiezan a estar altamente valorados por la mayoría de empresas. Y es que a día de hoy cualquier negocio tiene una página web de la que depende una gran parte de sus ingresos.
Hasta ahora el mundo de la programación y desarrollo de código, dependía del criterio de cada trabajador, incluso de estados de lucidez o depresión. Según muchos managers o jefes de proyecto, podrían existir dos tipos de profesionales: los buenos, que hacen las cosas rápido y sin poner pegas, y los malos, que tardan demasiado tiempo o que tienen ideas raras en la cabeza. Nadie se paraba a analizar, o al menos no hasta que tenían que refactorizar un código, que quizás el bueno había escrito funciones tan aberrantes o brillantes dentro de su complejidad psicodélica, que el tiempo invertido en ‘’tocar’’ alguna función sin que dejase de funcionar otra, iba a resultar ser lo más caro de todo. ¿Las empresas estén dispuestas a asumirlo?
Las metodologías ágiles aplicadas al mundo de la programación quieren resolver precisamente eso, entre otras cosas. El desarrollo guiado por pruebas (TDD) o el desarrollo guiado por comportamiento (BDD) lo único que esconden es el poder estandarizar una profesión desde los conceptos ágiles, teniendo en cuenta no sólo el resultado, si no a las personas que hacen posible que las cosas funcionen. Personas igual a Producto. Por ello, buen equipo, buen producto.
Aquél para el que el agilismo es vagamente conocido, probablemente sepa que sus raíces se encuentran en Lean, concepto directamente relacionado con Toyota y empresas de manufacturación. Se pueden atar cabos para encontrar que, en realidad, todo se desarrolla a partir de unos valores aplicables a cualquier tipo de negocio. Cualquiera que quiera, al menos.
Claranet es una empresa de servicios de Hosting, Redes y Aplicaciones con sede en numerosos países de Europa. Las capas de aplicación son las que desarrollan nuestros clientes. Y sabemos que para ofrecer un buen servicio, es necesario conocer y estar muy familiarizado con todo lo que es clave en el negocio del cliente y su proceso, y, en los últimos tiempos, las E-commerce son nuestro mejor aliado. Qué menos que preocuparnos por su mundo y ver cómo encaja eso con nosotros. Y es que en realidad, las metodologías ágiles son aplicables en cualquier tipo de empresa.
Los tres conceptos básicos que las rigen son: personas sobre procesos, entregas de valor cortas y constantes y la revisión continua del trabajo hecho asumiendo y abrazando cambios en caso de ser necesario. En resumen, ver si vamos en buena dirección y en la medida de lo posible, mejorarlo. Sin miedo. Sé que sonarán a obviedades, pero podría empezarse por analizar a cuántas reuniones productivas de verdad, en las que se transfieren conocimientos y se toman decisiones, se llevan a cabo. Por ello es importante la idea de hacernos más eficientes, cierto, pero no a nuestra costa si no a través de nuestra motivación. No hablamos de si la empresa pone una mesa de ping pong y los empleados piensan que lo hace para que pases más horas allí. O sí. Si te las vas a pasar igual porque te gusta tu trabajo probablemente necesites desconectar. Algunos desconectarán yéndose a casa, otros jugando a ping pong. El hecho es, trabajar desde las trincheras, compartiendo una visión y estrategia muy claras, que la transparencia sea real, otorgando a los trabajadores el poder de decisión sobre si comparten o no la cultura y los valores de la empresa, siempre a través de las acciones realizadas. Porque los valores en un eslogan quedan preciosos, pero se deben llevar a la práctica.
Todo depende de la cultura, no sólo de la empresa, sino también de la sociedad, de contar con profesionales maduros, y comprometidos, con empresas con objetivos claros y estrategias bien comunicadas. Desde luego, no es sencillo.
Pero ¿las metodologías ágiles son para todo el mundo? No tiene por qué. Ahora bien, poner una base sólida, que no rígida, sobre la que desarrollar un negocio, una base que ha dado tan buenos resultados, cómo mínimo, merece cierto interés. Yo de vez en cuando pruebo el chocolate con la esperanza de poder comerlo algún día, y disfrutar con ello.